lunes, 23 de marzo de 2009

Calabazas gigantes

En este mundo del periodismo ocurren cosas muy variopintas. En los pocos años que llevo trabajando como periodista profesional, a veces incluso cobrando, he vivido experiencias de todo tipo. Es cierto que he hecho cosas interesantes como entrevistas en exclusiva (es decir, yo solo y ningún otro medio más) a gente como Pepe Blanco o Luis Aragonés. También he asistido a la constitución del Senado tras las elecciones, y he conocido a varios poetas, escritores y escultores que merecen la pena. He tenido la suerte de entrevistar a las principales figuras del Carnaval de Cádiz, y jugadores del Real Betis Balompié. Y aunque esto me interese menos, también he estado con actores y cantantes del gusto de mucha gente.

Cuando he trabajado en prensa, he escrito algunas noticias y reportajes de fondo sobre urbanismo, deudas de ayuntamientos, casos judiciales o problemas sociales como el que sufren los españoles que trabajan en Gibraltar. Y si exprimo un poco mi memoria, seguramente me acuerde de otra larga lista de cosas interesantes que he hecho con motivo de esto del periodismo… Sin embargo, no puedo olvidar todas esas pamplinas en las que he gastado tanto tiempo y a las que nunca encontré explicación. Algunas de las más extravagantes: grabar unas crías de erizo de campo, entrevistar al cantaor ciego y loco El Cortecitas, al inclasificable Ziruela,... algún día os contaré estas historias con detalle.

Hace pocas semanas, mientras grababa un reportaje, se acercó un señor muy serio y me reclamó de la siguiente manera: “¡Oye, que todavía no habéis venido a grabar la calabaza gigante que tengo en mi casa!, ¡Tenéis que venir a grabarla, que es una calabaza de diez kilos!”. Y entonces me desespero y me pregunto en qué consiste todo esto. Es decir, pienso en las interminables clases sobre Teoría Crítica de la Comunicación, recuerdo a Francisco Sierra y la Escuela de Frankfurt, pienso en Análisis del discurso periodístico... y luego intento aplicarlo todo a la calabaza y a su legítimo dueño. Pero, queridos amigos, no me sale. ¿Qué se le va a hacer?

3 comentarios:

  1. Jajajjajaa, a esto solo puedo contestarte con una frase tajante, dura y directa y siento si alguien se ofende.
    Periodismo local. Y punto.

    ResponderEliminar
  2. Y ahora que he pensado un par de segundos más, no me imagino a Kapuscinski en los Junquillos con el Cortecita, ni en las inundaciones parciales del Pryca (SÍ, PRYCA), ni en una casa grabando belenes, ni en una huerto con una calabaza de 10 kg. Esas maravillosas teorías pensaban en periodismo nacional, internacional, en opinion... pero no en pueblos manchegos perdíos ni en las extravagancias de otro pueblo de la costa andaluza. Estos teóricos eran más de guerras, de elecciones falseadas y cosas importantes. Un salmonete de 13 metros...como que no.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, aunque he sido el primero en catalogar estas pequeñas cosas como pamplinas, tampoco hay que radicalizar querida Rocío. Porque en realidad las teorías salen de la calle, y en ella, a veces, hay más periodismo que en la Moncloa o en Kosovo. Y discrepo cuando dices que no imaginas a Kapucinski en estos menesteres... porque aunque nunca fuera a Los Junquillos, en sus múltiples viajes a la África profunda, sí que me lo imagino en medio de la sabana, con un negro de dos metros comiéndose un chacal asado, y lleno de picaduras de los mosquitos. Y en esos momentos, el amigo Kapu seguro que no pensaba en periodismo nacional ni internacional. Seguro que pensaba: "¿Y qué carajo haré yo aquí?". Pues eso.

    ResponderEliminar