Hoy voy a hablar un poco de sexo. Se trata de un tema sobre el que he reflexionado con frecuencia. Y aclaro que reflexionar sobre sexo no es lo mismo que pensar en sexo. Realmente no se trata de una cuestión sencilla, así que, lejos de intentar ofrecer aquí una visión global, como el mismo título de la entrada indica, dejo sólo algunos apuntes.
-Pienso sinceramente que me he acostado con más mujeres de las necesarias. Eso no quiere decir que hayan sido muchas (las cifras son siempre relativas), sino simplemente más de las que, en un principio, hubiera deseado. Los motivos han sido diversos: surgen situaciones, compromisos, arrebatos de la naturaleza… No obstante, estas experiencias no han hecho sino confirmar lo que ya intuía: que detesto el sexo sin amor. Y por amor, tampoco me refiero aquí a la firme convicción de que se ama a la otra persona, con deseo incluido de pasar la eternidad juntos. Incluso me conformo con un amor ciego por una belleza, gracia o poder de atracción, que bien pueden necesitar pocos días para embriagarle a uno la cabeza. Algún tipo de amor, al fin y al cabo.
-Pienso sinceramente que me he acostado con más mujeres de las necesarias. Eso no quiere decir que hayan sido muchas (las cifras son siempre relativas), sino simplemente más de las que, en un principio, hubiera deseado. Los motivos han sido diversos: surgen situaciones, compromisos, arrebatos de la naturaleza… No obstante, estas experiencias no han hecho sino confirmar lo que ya intuía: que detesto el sexo sin amor. Y por amor, tampoco me refiero aquí a la firme convicción de que se ama a la otra persona, con deseo incluido de pasar la eternidad juntos. Incluso me conformo con un amor ciego por una belleza, gracia o poder de atracción, que bien pueden necesitar pocos días para embriagarle a uno la cabeza. Algún tipo de amor, al fin y al cabo.
-Desarrollo un poco las últimas líneas del anterior párrafo: Sin miedo a derivar en una especie de esteta, reconozco que con los años experimento un creciente culto a la Belleza en todas sus vertientes. Por esa razón, aunque sea difícil de explicar, admito que justifico el sexo sin más amor que el que se profesa a la propia belleza. Según la RAE, belleza es “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual”. Por tanto, la simple belleza puede infundir por sí misma amor a su alrededor. En este caso, el sexo no es sino una aspiración a la posesión de la propia belleza.
-El sexo sin ningún tipo de amor me parece repugnante. Cada vez que he sucumbido a él, he desarrollado sentimientos de tristeza, vacío y desasosiego profundos. Una especie de confirmación de que uno no deja de ser un animal, con sus correspondientes instintos (a veces) incontrolables. La conocida banalización del sexo (cuyo fin verdadero no es otro que la reproducción para perpetuar la especie), nos ha metido en la cabeza que se trata de una especie de deporte, y que es muy divertido practicarlo con desconocidos. Creo que eso es una gran mentira. Sin embargo, a pesar de ser conscientes, experimentamos la debilidad y el deseo sexual gana muchas batallas a las convicciones.
-Cierto día, con un par de amigos y dos gintonic´s entre pecho y espalda, desarrollé una especie de teoría que luego apunté, con letra ilegible, al llegar a casa. Decía “El sexo es una experiencia casi sobrenatural. Ésa es la razón de que en ocasiones, inmediantamente después de concluir el acto sexual, se sientan unos deseos terribles de separarse de la otra persona, de despegarse. Es tan inmenso el placer compartido que se experimenta que causa auténtico pavor y se busca un regreso desesperado a la propia individualidad. Durante unos segundos, se llega a perder la propia identidad”. Sólo es un pensamiento anecdótico, pero me hace gracia.
-Como he dicho al principio, dejo aquí sólo algunas ideas sueltas. Espero escribir otro día algo más concreto y definitivo sobre el tema. ¡Anímense en los comentarios!