lunes, 29 de noviembre de 2010

Almanaque de la Historia de España


En esta entrada voy a hacer un poco de promoción. Y es que mi gran amigo Pedro acaba de publicar su primer libro: Almanaque de la Historia de España. Se trata de un libro en el que se ha escogido un acontecimiento histórico para cada día del año, y que ofrece el placer de recordar con detalle sucesos importantes de nuestra historia, añadiendo el atractivo de la efeméride. Todavía no he podido leerlo completo, aunque sí he visto fragmentos, y merece la pena.

El libro está muy bien editado por Ciudadela, y puede ser un estupendo regalo para estas navidades. Así que ya sabéis, compradlo aquí.

Perico y yo convivimos ocho largos meses en La Línea y en ese período tuvimos tiempo de vivir muchos disparates: juergas incomprensibles, bodas chilenas frente al mar, tablaos flamencos en Estepona, traiciones descubiertas, noches de fútbol y jazz, gorditos nocturnos de cierre… Vivíamos como dos desgraciados, pero éramos (y somos) unos auténticos señores que sacaban adelante un periódico, comían grandes cantidades de pez espada y soñaban con escapar de allí mientras consumían gintonics y puros en un café de los de antes. Somos distintos, pero nos une, entre otras muchas cosas, el hecho de que seguramente hubiéramos vivido más cómodos en otra época. Quizás por eso, nadie habría hecho mejor este almanaque.

Para terminar, dejo un enlace de la entrevista en contraportada que le hizo La Razón la semana pasada. No os dejéis engañar por la foto. Es buena persona.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sobre el chándal, la cultura del esfuerzo y otros...

Que un andaluz llegue a la edad de 27 años y nunca haya estado en paro es un auténtico record. No podía ser… y decidí pasar de tener cuatro compañeros a cuatro millones. El primer día que fui a la oficina del INEM fue muy ilustrativo y aprendí muchas cosas. En primer lugar, el uniforme oficial de parado: el chándal. Yo, que iba, como habitualmente, en vaqueros, empecé a sentirme raro cuando comprobé que todos los varones vestían el correspondiente chándal, con sus correspondientes botines. El razonamiento me imagino que es el siguiente: “como no voy a trabajar tengo que ir cómodo (fresquito que dirían algunos)”. Por otro lado, también observé que es imprescindible no afeitarse. Una barba de tres o cuatro días da mejor imagen de desempleado. En cuanto a las mujeres, lo más frecuente es no lavarse el pelo el día que van al INEM, y dejar algún que otro mechón tieso que indique convenientemente que se ha levantado cinco minutos antes de ir a sellar.

Poco a poco, me voy adaptando a la vida de parado. Además, he contado con sabios consejos de grandes amigos que también están en la misma empresa, y que sigo a rajatabla. El último fue: “No preguntes nunca qué día es un lunes. Hay gente a la que le sienta mal”.

En fin, para terminar y ya hablando en serio, tengo que decir que por una parte me alegro de la cobertura que existe para los desempleados (si no, ¿de qué iba a vivir ahora?), pero por otro, me parece lamentable que uno pueda ganar exactamente lo mismo (o incluso algo más) estando en el paro que trabajando como un desgraciado todos los días. ¿Así se incentiva en este país el esfuerzo?, ¿así vamos salir de la crisis? Pero ya deberíamos estar acostumbrados: hace muchos años que aquí no se premia ni se incentiva al que se esfuerza (empezando por los colegios). Es mejor nivelar por abajo, para que los vagos y los jetas no se sientan discriminaditos. ¿O no?

lunes, 1 de noviembre de 2010

Uno de cuatro millones...

En esta ocasión sí que tengo una buena excusa para el tiempo que lleva desactualizado el blog. Como muchos sabéis, me he quedado sin trabajo y me he marchado, después de tres años, de Socuéllamos. Lo cierto es que irme de allí ha sido una decisión mía y, aunque las razones están clarísimas en mi cabeza, son complejas para explicarlas aquí. Por decirlo de alguna forma, mi etapa allí había concluido. Al menos, en este primer capítulo.

A pesar de haber sido, como he dicho, una decisión mía, no ha sido fácil irme. Mis últimos quince días allí fueron como un sueño de cajas por embalar, ginebra a raudales, múltiples despedidas y un continuo nudo en la garganta. A pesar de la tristeza, hubo momentos, fotogramas, que han quedado grabados a fuego.

Ahora estoy en Palencia, mentalizándome para pasar más frío que cazando focas. Estoy contento de estar otra vez con mi familia después de vivir tanto tiempo solo. Así que nada, una vez más, vivo sin saber qué me deparará mi alucinado futuro, ni cuál será el destino de mis próximas aventuras. Mientras tanto, iré sacando brillo a mis armas de plata.

PD: Ahora que tengo más tiempo, esto estará más activo. ¿Las próximas entradas? Quién sabe: lo mismo un resumen capitulado de mis tres años en Socuéllamos, lo mismo una disertación sobre la vida de parado, o quizás sobre el efecto del agua marina para cambiar las penas por alegrías. ¿Quién lo puede saber?