miércoles, 6 de abril de 2011

El club de los malditos

Tal vez sea un exceso de vanidad por mi parte, pero como ya dije en otra ocasión, me siento muy identificado con las disparatadas, malditas y extravagantes vidas de muchos escritores. Especialmente pienso en tipos como Baudelaire o Poe –tan relacionados entre sí-, a los que me une una secreta camaradería. Y los admiro tanto por sus respectivas obras como por sus singulares existencias.

Como ellos, siento un anhelo implacable de vida, felicidad, verdad y belleza. Un anhelo que nunca queda satisfecho. Siento una necesidad imperiosa de escribir pero me falta la constancia y el método. Lucho incansablemente por tomar las riendas de mi vida, pero sólo lo consigo a veces y la mayoría se me escapan. Mezclo, por tanto, realidad y ficción en todo lo que produzco y, en ocasiones logro cosas y muchas veces nada.

Los que formamos esta banda en la que estamos Baudelaire, Poe, otros muchos y yo, podemos oler perfectamente el fracaso, aunque nuestros oídos han recibido regalos desmesurados. La fama es algo que nos trae sin cuidado, aunque nos importa lo que piensa de nosotros nuestro círculo más íntimo. No tenemos suerte económica ni amorosa, aunque hemos disfrutado de grandes pasiones e, inexplicablemente, hemos nadado en la abundancia.

Así, reconozco en mí un sentido del humor negro, irónico, ácido y, a veces, cruel, del que me enorgullezco y que me permite reírme de mí mismo y hasta de lo macabro. Para mí, el humor de consumo propio no entiende de piedades, y por ello aprecio tanto a aquéllos con los que lo puedo compartir. Al mismo tiempo, he generado una tendencia a la melancolía –de la que no me siento orgulloso-, en parte por los avatares dramáticos, en parte por mi propia naturaleza. No obstante, poseo una gran capacidad de diversión propia y ajena. Una de mis múltiples dualidades consiste en compaginar una vertiente formal, responsable y equilibrada, con otra dionisíaca que no conoce límites. Los de este club somos así, formales y golfos al mismo tiempo. Somos señores.

Como buenos caballeros, otorgamos importancia a valores como el honor y la honestidad. Reconocemos las miserias humanas y nos alejamos de la hipócrita y absurda idea que pretende convertirnos a todos en idiotas solidarios. Nosotros procuramos ser justos, pero también sentimos desprecio y, como dice B. en el poema ‘A la una de la madrugada’ del Spleen de París, rezamos a Dios para que nos conceda la gracia de producir algunos versos que prueben que no somos inferiores a aquéllos a los que despreciamos.

Además, podemos tener enemigos a los cuales respetamos y, en cierto modo, amamos por dar un sentido antagónico a nuestras vidas. Aún así, procuramos ser terribles para ellos.

En definitiva, esto es un club selecto aunque abierto y conozco a más de uno y de dos que entrarían por la puerta grande. Hay que reconocerlo… algunos estamos malditos.

4 comentarios:

  1. Me ha encantado, sencillamente exquisito!!!!

    By Sonia

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  2. "Yo soy mentalmente divergente y con ello escapo de ciertas realidades innombradas que invaden mi vida aquí. Cuando deje de ir allí me pondré bien... ¿Tú también eres mentalmente divergente, amigo?"

    Deyanira ha vuelto al blog, y pide permiso para entrar en este espléndido club. Mis divagaciones apuntan a que puedo hacer méritos.

    ¡Besos Daniele!

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  3. Qué alegría verte de nuevo por aquí Deyanira!!! Por supuesto, eres parte del club!!, jeje. Besos para ti también.

    Y gracias sonia por tus halagos!! jeje. Besos!

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  4. Me gusta la parte de "como buenos caballeros", ya sabes mis frases repetitivas...y conozco ese sentido del humor...sigue haciendo entradas tan sublimes como esta, niño. Rafa

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