domingo, 13 de septiembre de 2009

Il Paradiso Perduto

Il Paradiso Perduto. Ese es el secreto verdadero. El mundo infantil preadolescente es maravilloso, quizás porque se trata de la única etapa de la vida en la que realmente se descruben cosas, y existe la sensación permanente del inicio de algo importante. Si la felicidad existe, seguramente la hemos experimentado casi exclusivamente en esos instantes en los que la belleza lo rodea todo. Nuestros ojos mantienen la mezcla perfecta de inocencia en albores de picardía y ensoñación.

Un vestido muy verde, unos enormes ojos y un pelo muy rubio convierten la realidad en un paraíso del cual ignoramos su futura pérdida. El deseo es el motor; pero el deseo contradictorio de que llegue el día siguiente para sufrir de nuevo esa rara explosión de sensaciones desconocidas. Bajo mi vieja bicicleta y doy una vuelta al barrio, a ver si me la encuentro por casualidad. Y mientras pedaleo, la dulce melancolía del joven enamorado me va a trapando en cada esquina…

En el mundo adulto todo es vulgar, corriente, y los mejores momentos nunca alcanzan el mismo grado de intensidad. Por eso, cada vez que veo la película Grandes Esperanzas, recuerdo mi propio Paradiso Perduto: el enorme jardín abandonado en el que un día apareció una niña rubia, y decidí seguirla. Y me besó en una fuente mientras bebíamos agua clara.

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