Dedico un post con retraso a mi querida comparsa de Juan Carlos Aragón. Este año, como es ya una tradición, la primera vez que lo escuché me decepcionó, me entraron ganas de matarlo. El día que no me pase eso, el Carnaval ya no será para mí el Carnaval. Luego, lo escuchas infinitas veces, y las melodías imposibles van penetrando cada vez más en uno, hasta llegar a lo sublime.
'Juancarlo' tiene años mejores y peores, como es lógico. Sin embargo, esa música distinta e igual llena siempre mis febreros. Recuerdo como si fuera ayer el año que escuché su primera comparsa, Los condenaos, hace nueve años. Siento el veneno que me inundó entonces y que dura aún hoy. Muchos años (y éste es uno de ellos), hay comparsas objetivamente mejores que la suya. Pero es igual, el carnaval para mí está en sus notas, en el pasodoble de Las noches de bohemia.
Cada comparsa que escucho de Aragón me traslada a un momento de mi vida. Me devuelve al pasado como si de una máquina del tiempo se tratase. Saboreo los momentos eternos que compartí con los que son mis hermanos no biológicos, y también me hacen tragar saliva porque otros se me fueron en febrero.
Uno tiene una vida compleja, con muchas aristas, pliegos y momentos. Sin embargo, escucho esta comparsa y me reconozco igual que con 17 años. El carnaval es mi vida, soy yo, y Las noches de bohemia me recuerdan que hay otro camino: el valiente, el feliz a pesar de todo. Siempre habrá noches de febrero en las que la magia se hace realidad, la memoria se convierte en creación, el viento anuncia la primavera, y ella está más bonita que de costumbre.