sábado, 23 de abril de 2011

Chistes de montaje

Esta es una de mis escenas preferidas de 'Los caballeros de la mesa cuadrada' de los Monty Python. Cada vez que lo veo es que me parto... jaja. Además, me parece uno de los mejores chistes 'de montaje' de la historia del cine... A algunos les parecerá una estupidez, pero a mí me encanta cuando aparece el tío y le clava la espada. Y el otro soldado: "¡Oiga!". Grandioso.


miércoles, 20 de abril de 2011

Los éxtasis que pudieron haber sido

Allan Poe inicia su magnífico relato ‘Berenice’ de la siguiente forma: “La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¡Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris! ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de fealdad; de la alianza y la paz, un símil de dolor? Pero así como en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en realidad, de la alegría nace la pena. O la memoria de la pasada beatitud es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido”.

jueves, 7 de abril de 2011

Mi hermano flamenquito

Os dejo este vídeo grabado la pasada Nochebuena. En él se puede ver lo bien que canta mi hermano de ocho añitos (descamisado como buen flamenco) estos dos temazos de Chico Ocaña.

miércoles, 6 de abril de 2011

El club de los malditos

Tal vez sea un exceso de vanidad por mi parte, pero como ya dije en otra ocasión, me siento muy identificado con las disparatadas, malditas y extravagantes vidas de muchos escritores. Especialmente pienso en tipos como Baudelaire o Poe –tan relacionados entre sí-, a los que me une una secreta camaradería. Y los admiro tanto por sus respectivas obras como por sus singulares existencias.

Como ellos, siento un anhelo implacable de vida, felicidad, verdad y belleza. Un anhelo que nunca queda satisfecho. Siento una necesidad imperiosa de escribir pero me falta la constancia y el método. Lucho incansablemente por tomar las riendas de mi vida, pero sólo lo consigo a veces y la mayoría se me escapan. Mezclo, por tanto, realidad y ficción en todo lo que produzco y, en ocasiones logro cosas y muchas veces nada.

Los que formamos esta banda en la que estamos Baudelaire, Poe, otros muchos y yo, podemos oler perfectamente el fracaso, aunque nuestros oídos han recibido regalos desmesurados. La fama es algo que nos trae sin cuidado, aunque nos importa lo que piensa de nosotros nuestro círculo más íntimo. No tenemos suerte económica ni amorosa, aunque hemos disfrutado de grandes pasiones e, inexplicablemente, hemos nadado en la abundancia.

Así, reconozco en mí un sentido del humor negro, irónico, ácido y, a veces, cruel, del que me enorgullezco y que me permite reírme de mí mismo y hasta de lo macabro. Para mí, el humor de consumo propio no entiende de piedades, y por ello aprecio tanto a aquéllos con los que lo puedo compartir. Al mismo tiempo, he generado una tendencia a la melancolía –de la que no me siento orgulloso-, en parte por los avatares dramáticos, en parte por mi propia naturaleza. No obstante, poseo una gran capacidad de diversión propia y ajena. Una de mis múltiples dualidades consiste en compaginar una vertiente formal, responsable y equilibrada, con otra dionisíaca que no conoce límites. Los de este club somos así, formales y golfos al mismo tiempo. Somos señores.

Como buenos caballeros, otorgamos importancia a valores como el honor y la honestidad. Reconocemos las miserias humanas y nos alejamos de la hipócrita y absurda idea que pretende convertirnos a todos en idiotas solidarios. Nosotros procuramos ser justos, pero también sentimos desprecio y, como dice B. en el poema ‘A la una de la madrugada’ del Spleen de París, rezamos a Dios para que nos conceda la gracia de producir algunos versos que prueben que no somos inferiores a aquéllos a los que despreciamos.

Además, podemos tener enemigos a los cuales respetamos y, en cierto modo, amamos por dar un sentido antagónico a nuestras vidas. Aún así, procuramos ser terribles para ellos.

En definitiva, esto es un club selecto aunque abierto y conozco a más de uno y de dos que entrarían por la puerta grande. Hay que reconocerlo… algunos estamos malditos.